martes, diciembre 13, 2011

Las memorables juergas de Hemingway en Pamplona

“...llegó una noche totalmente borracho acompañado de dos prostitutas. Su esposa dormía ya; y él, sabedor de ello, pidió al conserje que le diese otra habitación para él y sus amigas. Tan sólo media hora después, en medio de un gran alboroto, ellas salían corriendo desnudas de la habitación, mientras Hemingway, en calzoncillos, las corría insultándoles.”

Ernest Hemingway escribió su novela The sun also rises ("Fiesta") basándose en hechos reales, en su propia vida. La primera vez que escuchó de Pamplona fue por casualidad cuando aún era corresponsal en París, y decidió ir a conocer esa pequeña ciudad española de apenas treinta mil habitantes. Quiso hacer un reportaje sobre aquella rara costumbre de "soltar los toros" para que corran por las calles. Hemingway tenía apenas 24 años y se apasionó tanto por el espectáculo de la fiesta brava, que regresó a Pamplona ocho veces. La pequeña ciudad española representaba para él, lo que tanto amaba: la diversión y la buena vida, el alcohol, las mujeres, los toros y los amigos.

Aquí Hemingway en su época de gloria (1959), cuando ya era un reconocido escritor y no el novato periodista que 25 años antes, descubrió Pamplona para el mundo

La tarde del 6 de julio de 1923, Ernest Hemingway llegó en tren a Pamplona por primera vez, acompañado de su esposa Hadley Richardson. Se encontró con precios hoteleros muy superiores a los que el sueldo de un joven periodista se podía permitir, por lo que tuvo que buscar una modesta habitación en el último piso de una pensión, en el que pernoctaron la primera noche.

Hemingway trabajaba en ese entonces para el semanario Toronto Star, al que debía enviar un artículo con un resumen y su visión de las fiestas. A los dos días envió un artículo muy a su estilo, sensacionalista y magnificador, en el que de alguna manera daba a conocer en la América anglosajona cómo eran los sanfermines, las corridas y sobre todo, el encierro pamplonés:
"En Pamplona, donde tienen seis días de toros cada año, desde el 1126 de la era cristiana, y donde los toros corren por las calles de la ciudad a las seis de la mañana, con la mitad de la población corriendo delante de ellos. (...) Pamplona, donde todos los hombres y jóvenes de la ciudad son toreros amateurs y donde hay una lidia amateur cada madrugada que es esperada por 20.000 habitantes, en la que los toreros amateurs van todos desarmados y donde hay una lista de accidentados por lo menos igual que en una elecciones en Dublín." (...)

El artículo fue publicado el 27 de octubre con el título de “Pamplona en Julio”. Desde aquella primera vez, cada año que Hemingway regresó a Pamplona se emborrachó con frecuencia y tuvo trifulcas en los bares. Llegaba con su mujer y andaba con otras. Un torete lo embistió en la plaza y hasta se dio el lujo de correr -en una ocasión y a cierta distancia- el encierro.

Para 1924 (su segunda fiesta) llegó a Pamplona con su esposa, con su compañero de juergas en París, el también desconocido –en esa época- escritor John Dos Passos y a un par de editores de libros. De Hemingway pueden decirse muchas cosas, que fue pendenciero, mujeriego o alcohólico, pero hay que reconocer que sabía lo que hacía. Se nota que ya tenía en mente su primera novela, sino, ¿para qué convencer a un par de editores de tomarse vacaciones con sus esposas en Pamplona?

Días antes de este viaje, un amigo madrileño amante de la tauromaquia le aconsejó que cuando volviese a Pamplona, tratara de alojarse en el Hotel Quintana, en la Plaza del Castillo (la plaza central), ya que aparte de la privilegiada ubicación, su dueño era un gran aficionado a los toros. Este hotel era de un señor llamado Juan Quintana quien, debido a su entusiasmo por la fiesta brava había logrado hospedar en su establecimiento a algún matador. Es así como aquél año Hemingway se aloja con su mujer y con sus amigos en el Hotel Quintana. Desde entonces, y hasta su fallecimiento, Juanito Quintana y él mantuvieron una férrea amistad.

El mítico Hotel Quintana donde se hospedó varias veces

Como no podía ser de otra manera, Hemingway aquél año sirvió de guía a sus amigos e hizo otro maravilloso descubrimiento. Encontró un pequeño café con un vista magnífica desde la terraza a la plaza del pueblo (el Café Iruña). Este sitio se convirtió en el denominador común de los siguientes viajes de Hemingway a Pamplona. Este café -que aún existe- es como el palco de un teatro desde donde se puede ver -cómodamente sentado- el paso de los sanfermines.

Ese mismo año, el día 7 de julio, acompañado por uno de sus amigos editores, Hemingway corre por vez primera en el encierro, obviamente tomando las respectivas precauciones para no correr riesgos. Lo cierto es que aquél día vivió de cerca el paso de los toros y luego participó con su amigo en las vaquillas (novillos) que aquella mañana se soltaron en la plaza.

Al día siguiente repitieron la experiencia, pero en esta ocasión, durante las vaquillas que hubo después del encierro, uno de los novillos revolcó al amigo de Hemingway por los suelos. El joven periodista en su afán de ayudar, trató de agarrar a la vaquilla pero también recibió su revolcón. Ese día ambos mordieron la arena entre risas y adrenalina.

Puede verse a Hemingway (de pantalones blancos) frente a una vaquilla. Aunque esta foto pertenece al encierro de 1927

Esta aventura fue muy divertida y no tuvo mayores consecuencias, pero tuvo una repercusión muy propia de su dramático estilo periodístico. En el Toronto Star se publicó que el periodista Donald Ogden Stewart había sufrido en este percance taurino la fractura de dos costillas, mientras que Hemingway, aquejado de varias contusiones, había sido multado por desmanes. Ambas informaciones eran falsas, pero aún así, Hemingway se dio el lujo de repetir la crónica del incidente para la agencia United Press, informando en ella que ambos periodistas habían sido corneados por un toro. El titular de la noticia en Canadá decía: “Toro cornea a un periodista de Toronto en las fiestas anuales de Pamplona”, y un subtítulo añadía: “Su compañero, sin embargo, tuvo dos costillas rotas”.

Así salió la noticia (exagrando el suceso) en el Toronto Star

Asiste por tercer año consecutivo en 1925, pero las fiestas de este año para Hemingway esta vez son diferentes. Llega con la misión de recabar toda la información posible para escribir después una novela con la que pudiera debutar dignamente. Con un par de meses de anticipación ya tenía reservada su habitación en el Hotel Quintana, donde por 12 pesetas estaba incluido su desayuno, almuerzo y cena; mientras que en el Hotel La Perla (donde quiso hospedarse su primera noche dos años antes) por estos mismos servicios hubiese tenido que pagar 35 pesetas diarias. Finalizadas las fiestas, Ernest y Hadley viajaron a Madrid en donde, días después, nacían los primeros párrafos de “Fiesta” a la que su autor dedicó por completo ese verano de ese mismo año.

Fieles a lo que parecía convertirse en una tradición matrimonial, Ernest y Hadley llegan a sus cuartos sanfermines en 1926. Este año los acompaña un matrimonio amigo (Gerald Murphy y Sara) y la joven periodista Pauline Pfeiffer, quien poco después se convertiría en la segunda esposa del escritor.

Los Murphys (izq), Pauline Pfeiffer (al centro), y los Hemingways en Pamplona, 1926

A Hemingway empieza a molestarle una tendencia de la que se había percatado el año pasado: la presencia en las fiestas de uno que otro extranjero, que nada tenían que ver con él ni con su grupo de amigos. Le gustaba sentirse el forastero único y mimado de las fiestas como en 1923 o 1924, cuando no era frecuente ver, ni siquiera en los hoteles, personas que no hablasen castellano. Pero ya era tarde. El mismo con sus crónicas había puesto en el mapa a las fiestas de Pamplona.

Otra foto de Hemingway y sus amigos en un café de Pamplona

Hemingway ya era un escritor, aunque su novela todavía no estaba impresa. Meses antes ya había publicado su primera obra, una novela corta titulada The Torrents of Spring (“Aguas primaverales”) y un pequeño libro titulado In our time, que era una recopilación de relatos seleccionados. Estas publicaciones y la próxima aparición de The sun also rises (“Fiesta”) le reportaban ya una comodidad económica que nunca había conocido, y se permite por primera vez el lujo de salir a comer fuera del hotel.

Regresando de las fiestas de este año y después de haber revisado a fondo el borrador, modificado algunos aspectos y pulido el léxico, Ernest Hemingway envía al editor Max Perkins el texto definitivo de su esperada novela. Finalmente la editorial neoyorquina Scribner’s publica en octubre la novela “Fiesta”. A partir de ese momento Pamplona comienza a vivir una auténtica revolución en sus fiestas de San Fermín.

Fiesta (The sun also rises), su primera novela importante

En 1927 Hemingway acude a Pamplona por quinta vez. Su novela empezaba a ser conocida y tuvo que ser editada en alemán, aunque irónicamente en España no se sabía de ella. De todas formas ya tenía su propio círculo de conocidos lugareños con quienes siempre se sintió cómodo. La novedad este año fue que Ernest acudió a los sanfermines por primera vez sin su esposa Hadley, a la que había abandonado unos meses antes. El escritor estrenaba nueva esposa, la periodista Pauline Pfeiffer, que había acompañado a la ex pareja el año anterior.

Ernest Hemingway y su hijo Patrick

En 1928 no pudo asistir a los sanfermínes debido al nacimiento de su hijo Patrick, pero volvió en 1929 y lo hizo con fuerza. Esta ocasión su asistencia -según varios testimonios- fue más interesante y agitada. Hemingway partió de París a Pamplona a finales de junio acompañado de su esposa Pauline, y a bordo de un flamante Ford descapotable de reciente adquisición.

Existen una infinidad de testimonios en sus biografías, puesto que fue el visitante extranjero más querido de Pamplona, pero es muy interesante el relato de Eustaquio Ardanaz, un antiguo empleado del Hotel Quintana y testigo de muchas de las virtudes y defectos del escritor. En 1929 ocurrió un incidente que colmó la paciencia de Juan Quintana, el dueño del hotel, quien estuvo a punto de romper la estrecha amistad con el famoso gringo. El relato no tiene desperdicio:

“Aquél año vino Hemingway acompañado de Paulina, con este nombre la conocíamos todos, alojándose como otras veces en nuestro hotel (...). No tenía una habitación fija, pues a Juanito le preocupaba el comportamiento de Ernest cuando bebía, y procuraba tenerlo bien separado de los clientes educados y correctos que venían siempre (...). Nada más comenzar las fiestas de 1929 Hemingway llegó una noche totalmente borracho acompañado de dos prostitutas. Paulina dormía ya; y él, sabedor de ello, pidió al conserje de noche que le diese otra habitación para él y sus acompañantes. Tan sólo media hora después, en medio de un gran alboroto, ellas salían corriendo desnudas de la habitación, mientras él, en calzoncillos, las corría insultándoles. El escándalo que se armó motivó las protestas de unos cuantos clientes del hotel, y el propio Juanito llegó a amenazar a Hemingway con echarle del establecimiento. A pesar de todo el follón que se armó, si mal no recuerdo, doña Paulina no llegó a enterarse.”

Este incidente ha sido muchas veces corroborado, una de ellas por su amigo personal, Jerónimo Echagüe, quien describía al escritor como: “un norteamericano al que le gustaba beber, comer, los toros y follar... ¡vamos, lo corriente!”.

Para las fiestas de 1931 el escritor regresa muy animado por el cartel taurino de ese año, que contaba con el torero Domingo Ortega para las corridas del 8 y 11 de julio. Se dice que Domingo Ortega era en aquél entonces de lo mejor que se podía ver en los ruedos españoles; su fama y su gran popularidad le permitieron cobrar en Pamplona nada menos que 23.000 pesetas por corrida. Debe haber sido muy buen torero para que Hemingway, que prácticamente ya tenía terminado su nuevo libro "Muerte en la tarde", le haya encontrado un hueco en su borrador para incluir esas faenas.

Hemingway en las corridas de 1931

Desde ahí, Hemingway tardaría más de 20 años en regresar. El periodismo, la Guerra Civil, su participación en la Segunda Guerra Mundial y su antipatía con la dictadura de Franco, lo mantienen alejado de Pamplona. Durante este tiempo se divorcia dos veces y vuelve a casarse otras dos. Vive veinte años en Cuba, donde se hace íntimo amigo de Fidel Castro. Allí escribe en 1952 "El viejo y el mar", su novela más famosa.

Regresa en 1953. Después de tantos años de ausencia ya en nada se parecía esa ciudad que el conoció dos décadas antes, aunque el marco festivo seguía siendo el mismo. Afortunadamente para él, el Café de la terraza seguía en su sitio, y aunque ya no existía el Hotel Quintana, su propietario Juanito, lo acompañó durante todas las fiestas.

En 1953, con su cuarta mujer, Mary, y Juanito Quintana, dueño del Hotel Quintana

En 1959 regresó a los sanfermínes pero ya consagrado como Premio Nobel de la Literatura, a las que serían las últimas fiestas de su vida. El 2 de julio de 1961, Hemingway se suicidaba con el disparo de rifle en su casa de Ketchum (Idaho). Unos días antes había anulado su reserva de habitación de hotel en Pamplona.

Esa poco usual mezcla de alcohol, juerga, mujeres, literatura y tauromaquia, han configurado la atípica fama que hoy en día tienen Hemingway y su obra literaria. Sólo su calidad como escritor explica y justifica la trascendencia que ha tenido, y sigue teniendo a nivel mundial. ¡Salud Maestro!

Para quienes no han leído "Fiesta" y les entra la curiosidad, aquí les dejo el libro para descargar.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

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3 comentarios:

Manuel dijo...

Gracias a Hemingway, los San fermines see hicieron universales. Son las fiestas más conocidas de España en el mundo. Mucha gente viene desde puntos remotos como Darwin (Australia), y tiene amigos que coinciden como él hacía en Julio de cada año.

Hay una rima que dice así: "uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril. cinco de mayo, seis de junio siete de julio San fermín..."

Como veras, me gusta mucho esa fiesta.

Belén dijo...

La verdad es que fue Hemmingway las que popularizaron las fiestas de Pamplona por todo el mundo...

Besicos

Efren (a.k.a. Ludovico) dijo...

Sigue siendo mi role model

 
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